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CARLES GOMILA

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SPHINX I

  • «¿Cómo vivir?» —preguntó la Esfinge. «No preocupándome por la muerte» —dijo Montaigne, salvándose de la garra de la muerte | SPHINX, óleo de Carles Gomila perteneciente al tríptico de las Esfinges. Colección Atlantis.
  • «¿Cómo vivir?» —preguntó la Esfinge. «No preocupándome por la muerte» —dijo Montaigne, salvándose de la garra de la muerte | SPHINX, detalle del rostro. Óleo de Carles Gomila perteneciente al tríptico de las Esfinges. Colección Atlantis.
  • «¿Cómo vivir?» —preguntó la Esfinge. «No preocupándome por la muerte» —dijo Montaigne, salvándose de la garra de la muerte | SPHINX, detalle del rostro. Óleo de Carles Gomila perteneciente al tríptico de las Esfinges. Colección Atlantis.
  • «¿Cómo vivir?» —preguntó la Esfinge. «No preocupándome por la muerte» —dijo Montaigne, salvándose de la garra de la muerte | SPHINX, detalle de la garra de la muerte. Óleo de Carles Gomila perteneciente al tríptico de las Esfinges. Colección Atlantis.

óleo sobre tabla
60cm ⌀ (tondo)
colección privada, España

Una soberbia femme fatale con el cabello rojo como la sangre, garras de león y haciendo preguntas… ¿Qué podría salir mal? Solo tienes una posibilidad de sobrevivir: resolver su acertijo. Por cierto, esta obra pertenece a la exposición individual Atlantis, y forma parte del Tríptico de las Esfinges.

La Esfinge y su garra de la muerte

Sin duda Cicerón lo tenía clarinete: «filosofar es aprender a morir», decía.

Vale, Cicerón, cariño… Pero no me negarás que un empacho de filosofía puede despeñarnos a exactamente lo contrario. Porque podemos desaprender lo que es la vida al pasar demasiado tiempo temiendo a la garra de la muerte.

Por lo visto, durante siglos los antiguos griegos acumularon grandes preocupaciones sobre la muerte. Lentamente, como incrustaciones en un arrecife de coral, sus pensamientos sobre ella se acomodaron y llegaron hasta nosotros.

Y era tanta su preocupación por no perder la vida, que muchos filósofos se condenaron a no disfrutarla cuando la tenían. Vivían tan aterrados por su encuentro con la muerte, que no se libraban del pensamiento, a tal punto de que algunos hubieran preferido no pensar jamás:

«No hay vida más bella que la de un hombre que no piensa; no pensar, ése es un mal verdaderamente llevadero»
Sófocles

Montaigne, la filosofía y la muerte

Michel de Montaigne
Retrato de Montaigne, en un grabado del siglo XIX

Montaigne fue un tipo estupendo. No aleccionó a nadie y solo se preocupó de escribir lo que le pasaba por la cabeza, debido a que solo podemos andar con nuestras propias piernas, y sentarnos con nuestro propio culo —decía.

En efecto, el pobre Montaigne se empachó de filosofía griega a muy pronta edad. Estaba tan impregnado de filosofía griega que se contaminó con sus temores sobre la muerte, y por lo visto no pensaba en otra cosa. Hasta que la muerte le pilló por sorpresa pegándose un tortazo monumental cuando iba a caballo.

Pero, afortunadamente, Montaigne sobrevivió.

¿Y sabéis qué ocurrió después? Empezó a vivir la vida de verdad, porque se liberó del temor a la muerte.

Por lo visto Montaigne se preparó toda su vida —por prescripción del bueno de Cicerón— para su encuentro con la muerte. Sin embargo, cuando la muerte le sobrevino, se dio cuenta de que no hubo encuentro alguno. Sencillamente te desvaneces antes de que llegue el encuentro.

Mueres dejándote llevar, eso es todo. En un ensueño sin rumbo para el que uno no puede prepararse. Punto pelota.

«Si no sabes cómo morir, no temas: la naturaleza te dirá qué hacer en el momento, de manera plena y suficiente. Ella hará ese trabajo por ti a la perfección, así que no te preocupes por eso» —Michel de Montaigne, Ensayos.

La respuesta de Montaigne al acertijo de la Esfinge

Desde su primer escarceo con la muerte, Montaigne pasó a desinteresarse por las muertes ejemplares de los filósofos. El postureo trágico y los chupitos de cicuta ya no sonaban tan solemnes. Y llegó a la conclusión de que las únicas personas que morían valientemente no eran los filósofos, que la aguardaban cagados de miedo y con su elevator pitch preparado, sino la gente normal que no conocía filosofía alguna.

Era como si la filosofía, más bien, fuera una forma de desaprender la habilidad natural que todos tenemos por simple derecho de nacimiento. Y entonces uno comprende que el encuentro con la vida es lo difícil. Porque la vida no tiene nada que ver con una rendición pasiva. Exige agudeza, riesgo y arrojo. Y es la vida —y no la muerte— la que tiene el copyright del dolor.

¿Cómo vivir? —preguntó la Esfinge.

No preocupándome por la muerte —respondió Montaigne.

Firma de Michel de Montaigne

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