Eternidad, también llamada Atemporalidad
220x140cm / 87×55″
óleo sobre lienzo de lino
colección privada, Illinois, EEUU
Hace una eternidad…
Desde luego no le falta ironía al título, porque hace una verdadera eternidad que lo pinté. Todavía era un joven estudiante en Barcelona, estaba en forma y tenía pelo.
Después de pintar a mis queridos Clowns, necesitaba pintar algo realmente grande. Fui a la célebre Casa Piera de Barcelona y encargué un bastidor español de 220x140cm sin pensarlo demasiado. En realidad quería un bastidor mayor, pero esa era la medida más grande que me permitía la pared de mi estudio. Ah, mi estudio… en esos tiempos no era otra cosa que mi dormitorio.
Tenía en mente representar la imagen de la eternidad. Un escenario que recordara de algún modo a la antigua Grecia, un lugar imaginario donde los cuerpos sólidos (las ideas) convivieran con la naturaleza humana. Leía mucho a Platón por aquel entonces y esa idea me fascinaba, así que me puse manos a la obra. Como podéis ver en las fotos del proceso, tuve que montar la tela en el comedor de la casa, entre mis compañeros de piso y un gato negro.
El proceso
Tomé como modelos a dos amigas, y me puse a dibujar. Estudié muchísimo los ritmos de la composición, estaba impaciente por poner en práctica todo lo aprendido recientemente del libro Arte y Percepción Visual, de Rudolf Arnheim. También estaba entusiasmado por mi visita al Museo del Prado, en Madrid, donde me quedé literalmente desencajado con Velázquez y Ribera.
Dibujé con mucho esmero las figuras con carboncillo. Luego fijé el dibujo con una solución de Paraloid B72 en tolueno, y pinté encima con pintura indirecta. Lentamente, capa por capa, durante meses. Encontrarás algunas fotos del proceso a continuación. No se les ha aplicado ningún filtro retro, es que por esa época todavía sacábamos fotos con cámara analógica.
Verás que al comienzo hay una figura vertical borrada. Ese fue mi primer intento. En seguida vi que la composición no me gustaba, así que empecé de nuevo con un nuevo planteamiento.
El resultado
Como puedes imaginar, dibujar en primer lugar todas esas teselas y, en segundo lugar, pintarlas, fue un martirio. Estaba claro que la pintura no estaba entre mis superpoderes. La disciplina y la tozudez, sí.
Como siempre me ocurría —y me sigue ocurriendo— el resultado fue desalentador. La pintura que había en mi cabeza era mucho mejor. Sin embargo, disfruté y aprendí tanto pintando esta obra que no puedo hacer menos que concederle un lugar en mi portafolio.
Aprendí que para una pintura tenga algo de salero, lo que temes pintar debería coincidir con lo que deseas pintar.
Lo sé, lo sé… no es mi mejor obra, ni la más representativa, ni la que gusta más. Pero tiene ese algo que, a pesar de su inmadurez, funciona más allá de mi frustración técnica. Es una obra auténtica que transmite un estado mental, y tiene una identidad propia. Siempre le tuve un gran respeto a la Eternidad.
Tardó una eternidad en encontrar un hogar
No era una obra precisamente «comercial», pero terminó por venderse. Pasó sin pena ni gloria por un par de exposiciones colectivas, y durante años estuvo almacenada en mi estudio. De vez en cuando le echaba un vistazo, me invadían los recuerdos y volvía a darle la vuelta.
Finalmente, la Christopher Hill Gallery en Napa Valley (California, EEUU) la vendió. El coleccionista más tarde contactó conmigo a través de Facebook para decirme que estaba muy satisfecho con ella, y para conocer los detalles de su obra.
Me alegra que, finalmente, esta obra pintada en Barcelona, almacenada en Menorca y expuesta en California, tenga un hogar en algún lugar de Illinois.
Proceso pictórico