Figura humana
Un físico es el medio que tienen los átomos para pensar en los átomos. Del mismo modo, un artista es el medio que tiene el hombre para representar al hombre. Representar la figura humana es siempre un ejercicio de introspección.
Existen ciertos hábitos estéticos en la escritura plástica. Existe cierta musculatura en las formas, sinfonías de tensión y relax que, intuitivamente, concilian un ecosistema donde todo está en paz.
En la figura humana hay demasiada información, y la mayor tarea del artista es la edición: ¿Qué mostrar? ¿Qué discriminar? ¿Qué dramatizar? En este punto la inteligencia toma las riendas de la emoción y el artista se funde con su medio, explicándose a sí mismo a través de la figura humana.
Sobre el ‘alma’ de la figura humana
Los artistas, antes de agarrar el pincel, para evitar que su figura vaya a parecer de cartón piedra se plantean algunas preguntas:
- ¿Dónde residirá el alma?
- ¿Cómo se proyectará?
- ¿Qué emociones se dramatizarán?
- ¿Cuáles se discriminarán?
En la actualidad localizamos el alma mayormente en la mirada, entendida como algo más que la suma de dos ojos. Pero no siempre fue así. En la Edad Media el corazón albergaba el núcleo esencial de la persona y ésta se proyectaba, en último término, a través de los ojos. En el Renacimiento el alma se refinó, residiendo en la proporción divina del cuerpo humano, visto como un microcosmos correspondido con un macrocosmos. No fue hasta la Ilustración que se comenzó a tantear su presencia en la geografía de la cabeza, entendida como contenedor y a la vez proyector del alma.
La visión corpórea del alma nos infunde la seguridad que buscamos en el devenir humano, y la pintura logra esa ilusión convirtiéndola en un fenómeno observable y fascinante.
La vida es metabolizar, replicar y exigir respeto. El alma es la forma inimitable en la que exigimos ser considerados como personas, y ese protocolo vital es susceptible de ser observado, interpretado y pintado. Cuando afirmamos que un retrato tiene alma en realidad percibimos que, enigmáticamente, el retrato se reafirma a sí mismo. Como si fuera una persona de verdad, aún siendo pintura.
Y bien ¿acaso tiene alma la pintura? —No, el alma la tiene el binomio formado entre el artista y el espectador. El modelo sólo aporta un punto de referencia.
Anatomía de la figura humana
Cuantos más conocimientos previos se tienen sobre el cuerpo humano, con más precisión puede observarse y, consecuentemente, dibujarlo de forma convincente. La anatomía constructiva, además, permite dibujar sin referencias, de memoria, construyendo un cuerpo desde cero.
Un mal libro de anatomía artística contabiliza músculos y huesos. De poco sirve para nuestro propósito. Un buen libro trata sobre geometría constructiva, explicando la mecánica, forma y función de los huesos y músculos. Estudiar anatomía es un ejercicio intelectual de síntesis y comprensión de la mecánica del la figura humana.
Todo lo demás es ruido.
La anatomía es una disciplina fascinante para el artista, como lo puede ser la mecánica para un amante de los coches. Pero Juan Valverde nos recuerda que la geografía humana por sí misma es un viaje de muy corto alcance:
Cuando uno dibuja a partir de modelos conceptuales, el resultado es un modelo conceptual, no la imitación de la geografía de un cuerpo. Por tanto, no se interpreta, se recrea. Por supuesto, esta no es ni la mejor ni la única forma de comprender la figura.
Primera y segunda piel
¿De qué color es la piel?
Pregunta equivocada. Antes debemos preguntarnos por qué vemos así la piel, y explicarlo con pintura. No se busca imitar el color, sino las cualidades.
La dermis es una sutil superposición de tejidos, y cada capa tiene un determinado grado de opalescencia e irrigación sanguínea. Toda esta riqueza de tonos y tramas puede interpretarse con capas de pintura, variando gradualmente los matices y la transparencia. Así los colores se obtienen por mezcla óptica, no física, recreando la verdadera naturaleza de la piel.
El ropaje, la segunda piel
La geografía del ropaje tampoco se copia servilmente. La ropa se descifra, se comprende y luego se explica plásticamente, pero nunca se copia. Estudiando dibujo de ropajes según el método académico, los tejidos atienden a las leyes elementales de la física y se comprenden por triangulación. Es, como la anatomía, una disciplina fascinante.
La ropa no es sólo un tejido. Es una capa extra de potencial expresivo que acentúa la belleza de la figura humana desnuda, fundiéndose con su naturaleza. Según el método clásico, ningún pliegue merece ser dibujado si no acentúa la figura que cubre, dramatizando su movimiento.
Este razonamiento es aplastantemente bello. El Partenón es el mejor ejemplo de uso de ropajes para acentuar el movimiento de las figuras. Aún vestidas, están más desnudas que nunca

- La fotografía de Afrodita en el Partenón, procede de esta web.
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